Una mirada interior a nuestras emociones y daño, o beneficio que producen en nuestro cuerpo y en nuestra vida

El cuerpo es un reflejo de cómo vivimos la existencia. Si nuestras emociones vibran en amor, podemos manifestar cualquier cosa que pensamos y visualizamos. Si éstas están afectadas y nuestro cuerpo no fluye, no podemos manifestar quiénes somos, a menos que no se haga un proceso de reconciliación para manifestar nuestro ser. Las emociones forman parte del vivir esta Humanidad en 3D. Nos sirven para adaptarnos a un mundo cambiante y de separación.
Así, aprendemos lecciones a superar. Saber digerir lo que nos duele, forma parte de liberar y darnos amor. Con ellas aprendemos a manejarnos con los demás, tener un lenguaje universal, y buscar la reconciliación, la serenidad y la armonía. Todo pasa por permitirse sentir, porque también es la fuente de la sensibilidad y el Amor. Cuando no vibramos en amor nos afecta el trabajo. El estado natural es la Paz. Si estamos enfadados hay heridas. Si tenemos miedos, hay que aprender a soltar y escuchar. Cuando ponemos la mente bloqueamos al cuerpo, sus movimientos y, con ello, que surjan emociones que llevamos dentro. Las tapamos con adicciones, y no vemos son la brújula para vivir en plenitud. La sede del amor está en ellas.
Todo lo que se manifiesta forma parte del creador. Sólo tenemos que sentir, experimentar, amar y comprender el proceso. Cuando éstas se manifiestan, podemos comprendernos, y la mente ya no tiene nada que hacer. Se pone al servicio de algo más grande. Ella junto al corazón y la sensibilidad puede ser el motor de la creación. El cuerpo requiere su escucha. Es la sede donde se manifiesta el alma. Cuidar de él, es cuidar de poder manifestar quiénes somos. Su cuidado implica salir del dolor, escuchar su sufrimiento, soltar, aprender a no identificarte con los sucesos a través de un proceso consciente. Aprender a estar ahí para ti. Así el cuerpo se encarna realmente a vivir esta experiencia y, con su fluir, puede contener el alma con toda su manifestación, convertirse en el vehículo que trae amor y la luz a la tierra. Su cuidado consiste en dejar ir las memorias, soltar, conectar con la sensibilidad e intuición, y permitir el fluir con todo su esplendor. Que la vida pase como un rio que transmite luz y amor.
Sin embargo, a veces, nos contaminamos desde bien pequeños o bien traemos memorias no resueltas de otras vidas. Ello requiere un aprendizaje para que elevemos el sufrimiento a lecciones aprendidas Cuando ello sucede, desaparece el dolor. Nuestras emociones nos explican en qué resonamos y el tipo de trabajo que ha de hacerse. Nos enseñan qué nos dolió y qué hemos de escuchar. Si nos desviamos, nos vamos enfermando, hasta que elijamos poner solución. El cuerpo contiene todos los recursos y, por ello, su escucha y atención, es un recurso importante e imprescindible para obtener la libertad, la liberación. A partir de aquí, obtenemos salud, amor y desarrollo. Mutilar al cuerpo o no aceptarlo es un acto de agresión a nuestro vehículo donde se manifiesta el alma. Tenerlo en cuenta, nutrirlo, tratarlo bien y hacerle sentir amado es primordial para nuestra evolución como almas. Mantenerlo con maltrato o desnutrición nos pasa factura, y genera secuelas para nuestro avance y evolución. Su integridad es un asunto primordial. Por ello, siempre que éste quede afectado o impactado hemos de pararnos, estar en silencio, dar un espacio de escucha, recolocar, pedir, soltar y liberar. Ahora no hay excusa para no cuidarlo. Es una forma materializada de dar y recibir amor. A través de él nos comunicamos, abrazamos, besamos, experimentamos y sentimos. Tenerlo en cuenta es vivir con verdadera integridad.
Parte dos. Añadido
Las emociones producen bienestar cuando vibran en frecuencia de amor.
Experimentamos un estado de paz, alegría y quietud, que implica la ausencia de un conflicto. Cuando se nos activa el miedo, simplemente nos alerta de un peligro, y si éste no está, o no es real, debería de calmarse el sistema.
Si no sucede, requiere de un trabajo de reconciliación. Lo mismo sucede con el enfado u otras emociones, han de estar en un límite razonable. Por ello, nos avisan de los desajustes y de la necesidad de volver a un estado de paz.