Acercarse a la eternidad desde la tierra

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Acercarse a la eternidad desde la tierra implica, primero, haber ido asumiendo tus aprendizajes, transcender el sufrimiento como forma de vida y atender que todos los estados pueden ser logrados en cualquier plano. Todo es eternidad porque todo es amor, creación y experiencia. La diferencia es que, en la Tierra, es una experiencia de separación, dolor y desunión. El reto es volver a unir las piezas, transformar en sabiduría las experiencias y disolver nuestros juicios.

Para ello, es necesario cuestionar lo aprendido, darle la vuelta y vaciar las memorias de dolor y sufrimiento. Atravesar el dolor, para que éste se vaya. Asumir que somos responsables de nuestra existencia. Que todo lo que acontece es un reflejo de dónde estamos, y dónde podemos dirigirnos. El cielo viene cuando estamos dispuestos a experimentar la paz, el amor y la unidad que somos. Todo lo que acontece es único, exclusivo y no vuelve a darse. Es el arte de la creación y la manifestación. Un momento es distinto a otro. Nada es igual y todo contiene la misma energía creadora. Por ello, la eternidad se hace en el transcurso del movimiento, que se hace consciente en nuestro presente, que es un fluir de eternidad. El movimiento es un flujo de vida. La vida es eterna. No perece. Sólo nuestras percepciones, creencias y memorias son estancas cuando las sostenemos. Todo pasa y transcurre. Nada puede ser atrapado. El estado de paz y unidad es el resultado de todo el proceso, de la aceptación eterna del movimiento, del fluir de la vida que todo lo contiene. Allí no hay tiempo ni espacio. Todo Es y vibra. Nada puede ser cambiado ni transformado. Es la aceptación del transcurrir del respeto a la vida. Ello es vivir. Retener o apegarse es morir, estancarse o enfermar. Quién ama suelta. Se libera de las ataduras y vive en la eternidad que es amor, respeto y aceptación de lo que las cosas son. No lucha, suelta. Soltar es un bello acto de amor. Suelto mi dolor porque deseo amarme, y no ponerme trabas a mí misma. Suelto el enfado porque este me obstruye a vivir el siguiente minuto o segundo de mi existencia. Suelto el dolor pasado porque así puedo seguir aprendiendo, integrando la experiencia, y respetando el funcionamiento que no me dé eternidad, sentido, unidad, y con ello soltar.

El rendirse es el último paso y el más difícil, porque hemos aprendido a controlar, buscar la seguridad y temer el cambio. Quien puede soltar y liberarse se ha rendido al proceso. Ha podido dejar atrás los programas creados, a transcender el temor como forma de vida y busca la vida eterna. El alma es su camino y el amor su destino. Nada se le resiste, porque dejó de vivir con temor y en resistencia. La existencia le apoya, la abundancia es su manifestación y el amor su estado. Ha transcendido el sufrimiento como forma de vida. Se ha rendido para que el pasado no sea su programa. Sólo el presente contiene la semilla del no tiempo. De no poner, modificar o crear algo que entorpezca el camino.

Desde la vivencia de ese segundo con consciencia, puedes alterar el tiempo, vivirlo de otro modo o lugar con más visión. Aquello que el alma tiene reservado para ti, y que contiene su aprendizaje.  No va en contra reloj, acepta lo que es bueno; para ello, planifica sin subconsciente o programas. Se manifiesta sin obstáculos, disfruta de la experiencia, y no pone condiciones al amor, ni juzga las circunstancias. Por ello la eternidad y su reconocimiento es un asunto del alma, del respeto al crecimiento, una muestra de evolución y un amor a la Humanidad. Si desprogramas tus programas, creas algo más afín, más real y auténtico, que forma parte de la esencia, de la unión y la unidad en las que todos somos partícipes.  Creamos una maya social para salir del espejismo de las falsas creencias, las cegueras, la falta de responsabilidad personal y el desamor. Todos somos uno. Si todos lo neutralizamos, nos volvemos conscientes y el juego se acaba. Por ello, aprende a vivir el presente de eternidad. Y si todos lo logramos, antes se acaba el juego y el sufrimiento humano. La eternidad es amor aquí y ahora.  El no estar presente es división y, con ello, no poder aportar esa neutralidad o visión que ayuda a otros a poder avanzar en el camino.

Parte dos. Pregunta

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¿Cómo desprendernos de nuestras memorias y sufrimientos para poder vivir realmente la eternidad sin engaños?

La eternidad sin engaño es fluir. Cuando nada puede ser retenido has soltado. Soltar es liberarte del ayer, del engaño, del dolor y del sufrimiento. Vivir el presente es comprender el amor y el fluir. Por ello, hay tantas tradiciones que te invitan a experimentarlo, a estar aquí y ahora, y comprender lo que significa ser. Cuando no es posible, es porque hay memorias y sufrimiento que también afectan a nuestro cuerpo y disfrute por vivir. Si no puedes, has de hacer un proceso de liberación, soltar, dejar ir a través de distintos métodos y terapias que permitan ver con tu consciencia el dolor, y permitir su proceso de transformación. Si no, lo dejamos todo ahí, debajo de la alfombra, como si no estuviera. Pero lo cierto es que el cuerpo lo contiene todo, el cerebro guarda dichas memorias y lo conecta con nuestro cuerpo, porque todo queda almacenado como información.

Dicha información puede ser tóxica, y afecta a nuestro día a día. Por ello, va bien un entrenamiento de saber observar, para no convertirnos en nuestras memorias, ni identificarnos con nuestros sufrimientos. Ser un observador de ti mismo es una de las maneras, saber que no eres tus memorias, que eres algo más, que ellas forman parte de lo que has de superar y dejar atrás. Así viene el devenir. Todo pasa a través de ti. Todo está bien y nada te afecta. Todo se vuelve eternidad, instante a instante como el latir del Universo. Así purificamos y permitimos la ampliación de nuestra consciencia, quien nos enseña procesos desde el alma, y que nos facilita soltar y comprender a otro nivel. Cuando el cuerpo está atrapado no se puede. Todo se torna pesado, y el alma no tiene espacio para seguir aprendiendo las lecciones. Por ello, liberar el cuerpo, ayuda a liberar el alma. Permitir su fluir es vivir aquí y ahora con lo que hay, y en ello radica el aprendizaje. Quien vive aquí y ahora puede fluir y ser.

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